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Medicina: entre el arte y la ciencia

by Ser saludables
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La evaluación de la educación médica es la oportunidad para cuestionar no solo las competencias de los estudiantes, sino para ir más allá, y debatir sobre cuáles son los tipos de médicos que el país reclama.

“Quien sólo sabe de medicina, ni de medicina sabe”, dijo el patólogo y profesor de la Universidad de Barcelona, España, José de Letamendi en el siglo XIX, frase que cobra especial trascendencia hoy en día por los numerosos cuestionamientos a la calidad en la formación médica y al descuido de las cualidades personales del estudiante para ejercer la medicina. Dado el grado de compromiso que implica la profesión de ser médico, la selección de los aspirantes se había caracterizado por ser de la mayor rigurosidad. No obstante, en los últimos años el proceso ha cambiado por la rápida y desordenada aparición de facultades de medicina que han reducido los requisitos para matricular a los estudiantes. Según el doctor Diego Rosselli, neurólogo con posgrado en neurología experimental, del Instituto de Psiquiatría

de Londres, maestrías en políticas de la salud en London School of Economics, en educación de la Universidad de Harvard y profesor de la Universidad Javeriana, hoy casi cualquier joven que tenga los medios consigue el ingreso a una universidad privada y las públicas también han ampliado sus cupos, de manera que ahora es más fácil matricularse para medicina en Colombia. Sin embargo, el descenso que muchos anotan en la calidad de la educación médica es una percepción difícil cuantificar. “No he visto un algoritmo que demuestre el porcentaje de ese declive”. Los estándares de calidad en el país de las facultades de medicina son muy variables, dice Rosselli. “Algunas están por debajo del promedio, pero hay que reconocer que muchas mantienen el nivel competitivo internacionalmente.

Las facultades, como toda empresa, tienen unas curvas de aprendizaje. Puede que las universidades más recientes no alcancen el mismo rendimiento durante los primeros años que las más experimentadas, y de todos modos, hay excepciones”.

En este momento la mayoría de facultades de medicina están adelantando procesos de actualización y renovación curricular con programas que permiten profundizar las materias de mayor interés desde el pregrado y que propenden por una formación integral de los estudiantes. Lo ideal sería unificar los criterios para establecer un currículo nuclear básico donde haya un porcentaje para el aprendizaje de las destrezas indispensables de diagnóstico y tratamiento, como fisiología, anatomía, patología, farmacología, entre otras, pero con un mayor estímulo a la vocación médica de los estudiantes a través de adecuadas experiencias formativas planificadas dentro del plan de estudios. La formación técnico-científica se debería acompañar de créditos académicos y electivas que impulsen los intereses artísticos, musicales, literarios o éticos y no dejarlos a la curiosidad espontánea, agrega el docente. Otro factor influyente es la inhabilidad que tienen los alumnos en todo el mundo para hacer prácticas con los pacientes como lo hicieron sus docentes. Los estudiantes no atienden partos ni hacen procedimientos quirúrgicos, así sean de muy baja complejidad.

El aprendizaje se hace con modelos de simulación que permiten adquirir el conocimiento sin poner en riesgo la vida o causar sufrimiento a una persona.

Las facultades más pudientes económicamente tienen unos sistemas de simulación que reemplazan por completo la atención a los pacientes. Por eso, los Exámenes de Calidad de Educación Superior (ECAES) se han convertido en el instrumento que tiene la nación para medir el desempeño de los estudiantes y de manera indirecta evaluar el nivel de las universidades, pero, agrega el doctor Rosselli, que si existiera más rigor a la hora de entregar el registro calificado a las universidades, Colombia estaría mejor calificada.

 

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